martes, 12 de agosto de 2025

¿LEER EL LIBRO SIEMPRE, ANTES DE VER LA PELÍCULA?

  ¡Hola! ¿Cómo estáis?

  Lo cierto es que, por regla general, cuando preguntamos acerca de leer el libro antes de ver la película, prácticamente la mayoría coincidimos en que lo ideal es llevarlo a cabo de ese modo. Sin embargo, últimamente estoy leyendo sobre diferentes preferencias acerca de este tema. Quizás depende un poco también de la temática de la obra en cuestión y, desde luego, del interés y del tiempo del que dispongamos. En época estival creo que es más fácil que podamos leer antes el libro, aunque también dependerá del ritmo de vida de cada uno.

  Cada vez más son las películas e incluso las series que se crean basadas en libros. De hecho, más bien creo que van aumentando el número de obras nuevas que se escriben con la intención de ser trasladadas al cine, pero esto sería otro debate del que tal vez hablemos en otra ocasión. 

  Como os decía, existen opiniones variadas acerca de ese famoso hábito sobre “leer siempre el libro antes de ver la película”. Algunos argumentan que leer primero el libro permite una mayor inmersión en la historia y una interpretación más íntima y profunda sobre los personajes. Sin embargo, también hay personas que prefieren ver la película y luego leer el libro. En este caso –aunque creo que son minoría– alegan que les gusta ver a los personajes en la pantalla para luego imaginarlos de ese modo cuando leen el libro. Por otro lado, también están los que ven la película porque no les gusta leer y descartan el libro directamente, asegurando que la experiencia visual y auditiva les llena más que leer la historia. Todo es respetable.

  También debemos añadir que hay veces que vemos películas que no sabemos que estaban basadas en un libro –llega un punto en que es casi imposible estar al corriente de todo lo que se va creando y trasladando a la gran pantalla-, y ahí es donde decidimos si leer el libro o no. He de confesar que, en mi caso, creo que una vez que veo la película no me llama la atención leer el libro; pero si sé que una película está basada en una novela, entonces intento leer siempre el libro antes de ver la adaptación cinematográfica.

  ¿Y vosotros? ¿Preferís leer siempre el libro antes de ver la película?

  Por hoy me despido. Gracias por estar ahí.

  ¡Feliz semana!

 

PD: Nunca dejéis de soñar.

martes, 5 de agosto de 2025

REFLEJO EN EL AGUA

  ¡Hola! ¿Cómo estáis?

  Aprovechando el día de hoy, me gustaría compartir con vosotros un relato que me publicaron hace justo dos años en el Diario de Teruel. La verdad es que fue una experiencia muy chula. Todas las personas que queríamos colaborar teníamos que inspirarnos en una fotografía que nos enviaba el periódico –concretamente la sección: “Espejo de tinta”-, que era facilitada por parte de la Sociedad Fotográfica Turolense. Las imágenes se repartían de forma aleatoria y una vez entregadas se dio un plazo para enviar los relatos, que se publicaron a lo largo de los meses de julio, agosto y septiembre. El mío lo publicaron el 5 de agosto. Por eso me gustaría dedicarle la entrada del blog de hoy para que aquellos que no lo hayáis leído, podáis hacerlo si os apetece: 

REFLEJO EN EL AGUA

A esas horas de la noche la oscuridad acechaba y el silencio parecía el único protagonista en el Campillo de Teruel. Unas pocas farolas iluminaban la balsa mientras el viento soplaba levemente, provocando que el agua oscilara de forma lánguida; con un movimiento casi imperceptible. Aquel lugar era un punto de encuentro para los habitantes del pueblo y de alrededores, sobre todo los fines de semana. Sin embargo, en ese momento estaba todo vacío, salvo por una pequeña figura que podía verse reflejada en la superficie del agua. 

Se trataba de Pascual, un hombre mayor que acudía allí para estar solo, como cada noche desde que ella se fue. Había estado un par de horas deambulando de un sitio a otro para terminar en el lugar de siempre; en el que era su favorito. Ya no se oían las risas de los niños que habían estado correteando por allí aquel domingo por la tarde, ni los gritos de los mayores alardeando con los suyos sobre la cantidad de rebollones que habían cogido por la mañana. Pascual miraba con atención el reflejo de la Iglesia que se encontraba en la orilla contraria, así como el del pequeño parque de columpios, los que ahora se balanceaban muy despacio con la suave brisa. No era lo mismo contemplar ese paisaje en solitario, pero le prometió que iba a continuar visitándolo. Quizás fuera su recuerdo el que le daba el impulso necesario para seguir yendo a aquel lugar de forma continua y relacionarse con las personas del pueblo, tal y como solía hacer junto a ella.

No obstante, a Pascual le seguía gustando observar a sus vecinos, sobre todo a los jóvenes. De vez en cuando compartía con ellos alguna de sus experiencias, esas que vivió cuando era tan solo un muchacho. Lo cierto es que añoraba aquellos años de juventud, donde su principal preocupación era no perder ninguna de las canicas que guardaba en sus bolsillos, o conseguir intercambiar ese cromo que tenía repetido para hacerse con el que le faltaba y así completar la colección. En sus tiempos sí que aprovechaban bien aquellos ratos con los amigos, sin máquinas que atontaran ni más redes que las de las porterías del campo de fútbol.

De todos modos, no podía engañarse, y mucho menos aquella noche, frente a la balsa. Él sabía que lo que de verdad echaba de menos era no poder contar todas esas anécdotas con ella. Había pasado más de un año desde que se fue, pero cada día era más duro que el anterior; aunque aparentara estar bien delante de la gente. De hecho, algunas veces dejaba salir una sonrisa al recordar cómo se conocieron; sólo tenían quince años y desde el primer momento supieron que habían nacido para estar juntos el resto de sus vidas.

De repente, sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de unos pasos acercándose a la balsa. Pascual se giró para ver de quién se trataba, pero no vio a nadie. Volvió a mirar hacia delante, creyendo que había sido fruto de su imaginación; pues era consciente de que ya tenía una edad. No obstante, tras unos segundos, esos pasos volvieron a escucharse. Extrañado, observó a su alrededor, preguntándose quién podía estar por ahí a esas horas de la noche. Como si de una necesidad se tratara quiso caminar por la orilla, rodeando la balsa; pero algo se lo impidió. Sin esperarlo, su cuerpo se paralizó y sus piernas apenas lo sostenían. No podía moverse y le costaba mantenerse en pie. De pronto, sintió una mano apoyándose en su hombro; pero seguía inmóvil, ni siquiera podía ladear la cabeza. Trató de concentrarse, pero cada vez notaba su hombro más frío; sentía como si se le estuviera congelando la piel. Cerró los ojos y, cuando creyó que ya no era capaz de soportarlo más, aquella horrible sensación desapareció. ¡Por fin podía moverse! Se giró y, de nuevo, no vio a nadie. Miró a un lado y a otro, intentando comprender qué había ocurrido. Fue entonces cuando le pareció ver la silueta de una persona a lo lejos. Parpadeó varias veces, se quitó las gafas y entornó los ojos. Volvió a ponérselas y siguió luchando contra las cataratas que ya estaban empezando a aparecer, hasta que por fin pudo ver a una anciana a la otra orilla de la balsa:  

–¿Se encuentra bien?

La mujer no pareció darse cuenta de su presencia y continuó caminando. Pascual, sin perder tiempo, decidió seguirla. Conforme se acercaba, sentía que su corazón iba latiendo más deprisa. Intentó acelerar el ritmo, lidiando contra su artrosis. Tenía que conseguir llegar hasta ella. Siguió caminando y, cuando se encontró a unos metros de su espalda, la anciana paró y se dio la vuelta. Apenas los separaban unos cuantos pasos; sin embargo, una vez más, había quedado inmóvil. Observó aquel rostro y una conmoción se agolpó en su garganta. No podía pronunciar una palabra. Esa cara le resultaba familiar, pero le costaba asimilar a quién tenía delante. Acto seguido, miró hacia la balsa y se dio cuenta de algo muy extraño: la anciana no tenía reflejo en el agua. Pensó que podría ser un efecto óptico, causado por la tenue luz que los rodeaba, pero algo en su interior le decía que había algo más detrás de eso. Volvió a mirarla y sintió cómo el vello de su piel se erizaba. Esa mujer estaba despertando algo en él que hacía mucho tiempo que no sentía. Sin dejar de mirar aquellos ojos, que habría reconocido entre un millón, luchó por dar unos pasos hacia delante para poder aproximarse a ella un poco más. De repente, la anciana le sonrió y dijo: “gracias por seguir visitando mi lugar favorito”. En ese mismo instante, Pascual supo que lo que sentía era real. Avanzó hasta donde se encontraba y ya no tenía dudas. Podía distinguir incluso su aroma y, cuando estaba tan cerca como para poder tocarla, de pronto, ella desapareció.  

Hasta ese momento, había compartido muchas de sus experiencias con los del pueblo, pero aquella no iba a contársela a nadie. Quería evitar habladurías. Él sabía a quién había visto. Regresó a la parte de la orilla donde se encontraba antes, y siguió en silencio observando el reflejo de la Iglesia y del parque de columpios en el agua.


  Espero vuestras opiniones, me encantará saber qué os parece.

  Dejo por aquí también el enlace al diario de Teruel:

  https://www.diariodeteruel.es/el-espejo-de-tinta/reflejo-en-el-agua

  Por hoy me despido. ¡Gracias por estar ahí!

  Hasta el martes que viene. ¡Feliz semana!

 

PD: Nunca dejéis de soñar.